«Siempre te ha interesado la política, la historia…»
-Tom Hagen. El Padrino: Parte II-

Cualquiera que conozca a mi padre sabe que es un tipo peculiar. Una persona de costumbres, insistente en sus valores y creencias. Desde que tengo uso de razón las comidas en familia son protagonizadas por él y sus discursos. El resto de los presentes en la mesa hemos dedicado todos estos años a aportar desde un segundo plano, ya sea para apuntar algún detalle a sus observaciones o para pararle los pies cuando lo considerábamos oportuno. En mi forma de afrontar estas comidas con mi padre a lo largo del tiempo se podría observar mi camino hacia la madurez. En mis años de adolescente no soportaba sus repetitivos argumentos y sus ideas me parecían completamente anticuadas. Cuando terminé mis estudios y a medida que la dura realidad se imponía ante mis ojos comencé a creer que quizás mis padre tenía más razón de la que yo creía.

En todas esas sobremesas los temas de conversación tratados pueden ser de lo más diversos pero mi padre siempre se las ingenia para retorcer cualquier debate hasta llevarlo a su terreno. Él es capaz de derivar una discusión sobre el sistema de recogida de basuras municipal en un coloquio sobre el sistema de gobierno de la República Romana. Porque sí, ese era su terreno. Mi padre siempre ha sido un enamorado de la cultura clásica y nunca deja pasar la oportunidad de añadir una referencia si en su imaginación consigue enlazar alguna noticia con un pasaje de la vida de Alejandro Magno, pudiendo llegar a reconstruir la misma anécdota cientos de veces. Nunca le importó repetirse, para él solo es una forma más de resaltar las enseñanzas que considera importantes. He de reconocer que su insistencia parece haber tenido éxito pues con el tiempo he llegado a dedicar incontables horas a repasar apuntes de historia imitando la curiosidad que en su día lo motivó a él.

La influencia que mi padre y sus pasiones han ejercido sobre mí no se limita solo a la historia. Durante años nuestro vínculo paterno-filial se reforzó a base de compartir horas en el sofá viendo la televisión. Muchos de estos momentos han estado protagonizados por fútbol aunque entre partido y partido puedo rescatar algunos momentos de cine. En especial recuerdo una noche en la que al llegar a la sala en la tele acababa de empezar la segunda parte de El Padrino. Había visto la película un par de años atrás y ya por entonces la contaba entre mis favoritas pero el amor que siento sobre esa cinta creció notablmenete con aquel segundo visionado. Mi padre y yo comentamos entusiasmados cada detalle y pude apreciar en él el júbilo que solo le reconocía ante una victoria importante del Real Madrid. El joven Vito Coreleone recorriendo los tejados de Nueva York, Michael pronosticando el triunfo de la revolución cubana y sobre todo esa maravillosa escena en la que Tom Hagen y Frank Pentangeli comparan a la familia Corleone con el imperio romano.

Desde que dejé de vivir con mis padres tengo menos oportunidades de compartir mesa con ellos. Cuando lo hacemos mi padre sigue repitiendo sus historias porque llegados a este punto ya no parece dispuesto a cambiar las viejas costumbres. Cada cierto tiempo saca a la palestra mi escena favorita de mi película favorita. «Dicen que organizaban las familias mafiosas como si fueran legiones romanas ¿Tú sabes cómo se organizaban las legiones romanas?»

No papá. ¿Cómo se organizaban las legiones romanas?