Fue el sábado 8 de septiembre de 2012. Acababa de superar la semana más importante de mi vida y, como suele ser habitual en estos casos, ni siquiera me acercaba a sospecharlo. Para mí, aquella solo había sido la semana del ataque de Contador en el Collado de la Hoz. Ya había planeado acercarme el día hasta el Paseo del Prado para ver la última etapa de aquella gloriosa Vuelta a España.

Estaba sentando en el asiento trasero del coche de mi padre, que circulaba por las larguísimas rectas tan típicas de las carreteras de Castilla. Me invadían los nervios y cierta ansia, ya que todo iba a cambiar deseaba que lo hiciera cuanto antes. En cuanto llegara a Madrid aquella ciudad iba a ser mi nuevo hogar. Casa lejos de casa. La idea de abandonar todo rastro de lo que hasta entonces habían sido mis rutinas me abrumó en algún momento durante aquel trayecto y decidí sacar los auriculares de mi bolsillo para escuchar algo que me resultara familiar. Elegí Blowin’ in the Wind.

Retrocediendo un par de años en el tiempo, en plena semana de exámenes finales en la universidad, me recuerdo frente a la pantalla del ordenador contemplando aquel directo final, en el festival de Newport de 1963. Un niño había comenzado aquel fin de semana, una leyenda lo terminaba. Las grandes estrellas del folk le hacían los coros en su despedida. En aquel momento las letras y la música eran secundarias para mí, la pasión envolvía a mi yo de diecinueve años.

En aquel coche que atravesaba Castilla no buscaba pasión, solo alguna certeza. De algún modo la encontré en aquella balada. La canción llevaba conmigo algunos años y en ese momento, rodeado de un montón de nada, sentí que la música iba a seguir conmigo durante mucho tiempo. No iba a importar la situación, el lugar o la compañía, ya tenía algo que nunca me iba a abandonar.

Más de una década después he olvidado cientos de instantes que en su momento consideré relevantes, pero sigo recordando claramente lo que sentí en aquel coche escuchando a mi viejo amigo Bob Dylan. Casi tan inolvidable como aquella imagen de Contador atravesando la meta en Fuente Dé.