«¿Recuerdan esos posters que decían Hoy es el primer día del resto de tu vida? Pues eso es cierto salvo en una ocasión, el día en que te mueres». Así me hablaba Kevin Spacey en aquella escena de American Beauty mientras sonaba The Seeker de fondo. La elección musical no es casual, en el estribillo el bueno de Roger Daltrey canta aquello de «I won’t gonna get what I’m after till the die I die». No solo eso, en las primeras estrofas también reconoce haber recurrido a los Beatles y a Bob Dylan en busca de respuestas, confirmándole a mi yo de diecinueve años que, entonces sí, aquello le estaba hablando directamente a él.

Lo cierto es que la canción se quedó conmigo durante un tiempo e incluso se convirtió en mi favorita para tocar en el Guitar Hero con los amigos de la universidad (aparece en el Guitar Hero 3 de PS2). Por aquel entonces no lo podía sospechar, pero unos años más tarde The Who se convertiría en mi grupo de cabecera y, a medida que mi obsesión con la banda fue creciendo, fui encontrando nuevos significados en la canción. Pete Townshend, guitarrista y compositor principal de The Who, escribió The Seeker en el comienzo de la etapa más convulsa de su vida. Fue el primer tema que compuso tras el lanzamiento de Tommy. Aquella ópera rock lo había catapultado al estrellato internacional, y con ella habían llegado también enormes expectativas. En su intento por dar con un nuevo proyecto que estuviera a la altura, la inspiración le llegó, precisamente, en la idea de la búsqueda en sí misma. El hombre desesperado de The Seeker surge de otro joven en busca de respuestas: el Siddhartha de Hermann Hesse.

Hace poco más de un año, como no podía ser de otra manera, entre la casualidad y la búsqueda me topé con una edición de Siddhartha en un mercadillo de segunda mano. Me hice con ella ante las entusiastas recomendaciones que había recibido a lo largo de los años. Su lectura, sin embargo, me dejó bastante frío. No logré conectar con la obra de Hesse del modo en el que se me había prometido. Digamos que aunque comprendía las ideas que se contemplan a lo largo del viaje de Siddhartha, el desarrollo de las mismas no terminaba de convencerme. Tampoco encuentro sencillo simpatizar con unos personajes que siento tan ajenos.

Ahora bien, si el gran dilema de Siddhartha es que las respuestas no se encuentran allí dónde uno las busca, encuentro mucho más placentero este mensaje transmitido por medio de John Locke, ese personaje de Lost (esa serie a la que llego veinte años tarde) con nombre de filósofo británico. Tras poco más de una temporada de maratón veraniego el antiguo empleado de la empresa de producción de cajas ya me ha ganado por completo. En el episodio que vi ayer el hombre que había afrontado toda una vida de infructuosas búsquedas reconoce que ya no está perdido (nótese que en este diálogo se puede encerrar el sentido completo de la serie). Que todo lo que tuvo que hacer para que el destino le proporcionara respuestas fue simplemente dejar de buscar. Rendirse a su destino en lugar de perseguirlo. Yo en este caso le tengo que dar el punto a Lindelof antes que a Hesse. Y la próxima vez que Pete Townshend escriba un musical, mejor que encienda la tele y se ponga algunos episodios de Lost.