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10. The Motorcycle Song (Arlo Guthrie)

And I don’t wanna die
I just wanna ride on my motorcy…
cle
-Arlo Guthrie, The motorcylcle Song-

Can music save your mortal soul? Es una pregunta interesante, aunque suene infantilmente exagerada. Seguro que Handel se tomó el asunto muy en serio mientras componía El Mesías, pero para aportar mi humilde y pequeño grano de arena tengo una historia concreta que puede ayudar a responder la pregunta retórica del bueno de Don McLean.

Unas semanas antes de cumplir veinticinco años yo atravesaba lo más parecido a una depresión que he experimentado. Simplemente no me apetecía hacer nada, la desidia se había apoderado de todo mi ser. Ir a trabajar era una acción que hacía con el piloto automático puesto y creo que dedicaba la mitad de mi tiempo a mirar (literalmente) como avanzaban las manecillas del reloj.

Para dar algo más de contexto al asunto, yo hacía un año que había vuelto a Galicia desde Madrid y no tenía ni idea de hacia dónde dirigir mi vida. Los primeros meses de vuelta en casa habían sido difíciles de mejorar, me faltaban días para quedar con toda la gente que había dejado atrás. Pero hasta a uno se le agotan las ganas de recuperar el tiempo perdido. O mejor dicho, el tiempo se recupera mucho más rápido de lo que uno puede llegar a creer. Tras ese subidón inicial llega la rutina, y con veinticinco años esa rutina implicaba afrontar por primera vez problemas de la vida adulta.

Yo creía que mis principales preocupaciones en el ámbito laboral debían ser cumplir con mi trabajo y progresar en el mismo. Pero aquí se vino el primer golpe de realidad, lo que yo vengo a considerar el punto de partida de mi pérdida de inocencia: cuando yo veía a mis jefes detestaba todo lo que representaban. La cosa puede parecer baladí pero cabe preguntarse qué clase de futuro le espera a alguien que deteste los ejemplos aspiracionales que le han dado. No había mucho lugar para la esperanza en este área de mi vida así que me imagino que decidí simplemente seguir hacia adelante sin pensar demasiado en mi situación.

El problema es que mi vida fuera de la oficina no era tampoco muy halagüeña. Mi plan de semana consistía en llegar a casa de trabajar para ver alguna serie o jugar a videojuegos hasta que llegara el fin de semana, que dedicaba a emborracharme sin pudor con excusa de socializar cada noche. Prolongando esta situación durante quince meses se llega al punto de partida que presenté al inicio, la víspera de mi veinticinco cumpleaños.

Justo la noche antes del día señalado mi equipo de fútbol sala de la liga local tenía un partido importante. El partido comenzaba a las diez, lo cuál implicaba que tardaría en conseguir conciliar el sueño y al día siguiente estaría muerto de sueño en la oficina. El caso es que nunca llegué a entrar en la oficina el día de mi cumpleaños: en una jugada fortuita en la que me disponía a encarar la portería solo, el portero rival me entró con los dos pies por los aires y me mandó volando. En una aparatosa caída me hice daño en lo que después sería diagnosticado como una fisura en la cabeza del radio. Me empezaron a llegar mensajes felicitando el cumpleaños de madrugada, mientras estaba en urgencias.

Para mí aquello había sido algo así como un milagro. De repente iba a estar por lo menos un mes sin ir a trabajar (al final fueron cinco semanas). Me gustaba pensar que aquello se parecía a la canción Drifter’s Scape de Dylan, en la que un condenado a muerte se escapa en el último instante aprovechando que un rayo cae sobre el edificio en el que está siendo juzgado. Estas cosas las pensaba porque en aquellos días de desidia había multiplicado los ratos que dedicaba a escuchar música y, aunque parezca un dato anecdótico, tengo que recordar que la música es el late motiv de toda esta historia.

El caso es que, como acabo de explicar, en aquella época había comenzado a dedicar más tiempo del que solía a escuchar música y, ahora que estaba de baja, tenía pensado dedicar todavía más (realmente dediqué aquel parón casi exclusivamente a escuchar música y leer los tomos de Canción de Hielo y Fuego). En este proceso de escucha y descubrimiento llegué a Arlo Guthrie, el protagonista de la canción que he elegido hoy. Con Arlo me topé porque había versionado una canción de Dylan que me gustaba mucho, Walkin’ Down The Line. No solo la había versionado, la había tocado en directo en el legendario festival de Woodstock de 1969. La canción era una más de aquel montón de temas folk que Dylan grabó para Columbia y que terminaron siendo versionadas por decenas de artistas sin que el propio Dylan llegara a sacar sus propias versiones en discos de estudio. Pero Arlo hacía algo más que cantar, era un maestro a la hora de interactuar con el público. Incluso lo intentó en Woodstock, aunque el aparente exceso de químicos que cargaba en el cuerpo no le ayudó a tener su mejor actuación.

Arlo, como decía, se hizo famoso por los comentarios que improvisaba en sus actuaciones en directo. Estas improvisaciones terminaron por derivar en auténticas historias que preparaba y convertía en canciones, una suerte de relatos acompañados con música para divertir a la audiencia. Las anécdotas se habían convertido en el sello personal de Arlo, que decidió entregarse por completo a aquel formato cuando publicó su obra más exitosa e influyente, Alice’s Restaurant, un disco cuya primera parte contenía una única canción de más de dieciocho minutos. En la balada, grabada en directo, Guthrie narraba los peculiares hechos que le habían permitido librarse del reclutamiento forzoso que habría de dar con sus huesos en Vietnam. La segunda parte del álbum contenía una serie de temas folk con un formato tradicional y grabadas en estudio (solo esa peculiar cara A era un directo). Entre esas canciones del lado B se encuentra The Motorcycle song, una canción cuyo ritmo machacón (basado en el famoso Travis Picking, una peculiar forma de tocar la guitarra alternando dos notas al bajo de forma constante) me dejó prendado sin escapatoria posible. Pero no era el sonido lo único que me atrapó de la canción.

La versión de The Motorcycle Song que se encontraba en el Alice’s Restaurant estaba grabada en estudio pero Arlo la convirtió en uno de sus grandes éxitos gracias a las interpretaciones en directo. En ellas alargaba la canción hasta los diez minutos para incluir la historia de cómo había compuesto la misma. La historia podía variar de directo en directo aunque su raíz siempre era la misma: Arlo, en un alarde de fantasiosa habilidad, conduce su moto al mismo tiempo que conduce su guitarra. La difícil ejecución de ambas prácticas de forma simultánea le lleva a precipitarse por un barranco y durante el tiempo que dura la caída (de la que siempre sobrevive de alguna forma inverosímil que suele variar según el directo) compone la canción que ahora interpreta. De ahí el verso principal, I don’t wonna die, just want to ride my motorcy(cle), que puede parecer una tontería más entre la infinita broma que representaba aquella canción pero de alguna forma conectó con mi yo deprimido. En aquellos momentos entendí que no quería morir, solo quería conducir mi moto, escuchar mi música.

Se puede decir que toda aquella música no resolvía ninguno de los problemas que atravesaba pero me descubrió algo por lo que aún mantenía una viva ilusión. De alguna forma aquello era una piedra sobre la que construir algo. Está claro que algún día tendría que regresar al trabajo y afrontar mi encrucijada vital. A este respecto me gusta pensar que me sucedió aquello que, en palabras de Pete Townshend, le sucedió a Jimmy cuando (spoiler alert) decide no suicidarse al final de Quadrophenia:

Jimmy pasa por una crisis suicida. Se entrega a lo inevitable, y tú sabes que cuando todo se acabe y vuelva a la ciudad va a pasar por la misma mierda, va a seguir estando en la misma terrible situación familiar y demás, pero ahora está en otro nivel. Él es débil todavía, pero hay una fuerza en esa debilidad. Corre el peligro de madurar.

8. Angel from Montgomery (John Prine)

Just give me one thing
That I can hold on to
To believe in this livin’
Is just a hard way to go

«Prine’s stuff is pure Proustian existentialism. Midwestern mindtrips to the nth degree. And he writes beautiful songs. I remember when Kris Kristofferson first brought him on the scene. All that stuff about Sam Stone, the soldier junky daddy and Donald and Lydia, where people make love from ten miles away. Nobody but Prine could write like that».
-Bob Dylan, 2009-

Suelo tropezarme con los grandes artistas así, tirando de un hilo que guía mi destino a ciegas. El caso es que estaba escuchando el disco Exile on Coldharbour Lane de Alabama 3 (el grupo que compuso la canción de la intro de los Soprano, vaya) cuando me crucé con una genialidad llamada Speed of the Sound of Loneliness. Aquello me tenía enganchado, porque además de sonar increíble me quedé prendado de ese concepto absurdo, la velocidad del sonido de la soledad. Me parecía una idea entre cutre y brillante que, por supuesto, funcionaba de maravilla en una canción country. Resultó que el tema versionaba a un tipo llamado John Prine, del que resultó que ya tenía guardadas un par de canciones en Spotify (Clay Pingeons, una preciosidad que a saber de dónde había sacado y In Spite of Ourselves, su mayor éxito comercial). Solo tuve que escoger su primer disco y darle al play.

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No me gustó el final de Ozark. O quizás debería precisar que no me gustó el desenlace, porque hay algunas cosas de la última temporada que sí me gustaron. Por ejemplo, mi escena favorita de la serie está en el último episodio. En ella Ruth Langmore (nuestra redneck Julia Garner) contempla el esqueleto de la piscina que está construyendo en el parque de caravanas donde ha vivido siempre con su familia, que a lo largo de la serie ha ido desapareciendo. Sobre este escenario Ruth imagina una escena en la que aparecen todos aquellos que ya no están: su padre, sus tíos y sus primos. El grupo disfruta de una barbacoa con sus cervezas mientras se gastan bromas y Russ, tío de Ruth, toca la guitarra y canta con voz desgarrada Angel from Montgomery, canción de John Prine. Ruth observa la obra de su imaginación desde el techo de su caravana, el espacio favorito de su primo Wyatt (que se sienta a su lado en esta recreación).

La escena cobra especial relevancia al considerar la evolución de la propia Ruth a lo largo de la serie. Desde el comienzo se la muestra como una joven destinada a recorrer el mismo camino que durante generaciones ha condenado a su familia: una vida sustentada mediante trabajos precarios y delitos menores. Ruth lo llama la maldición de los Langmore y, como en la canción de John Prine, su máxima aspiración es huir de la vida que el destino le ha preparado. En este sentido, su encuentro con la familia Byrde le permitirá alcanzar todo aquello con lo que había soñado: no solo amansará una fortuna, si no que también aprenderá varios oficios y sentirá que su desempeño es apreciado. De alguna forma, la chica para todo de Marty Byrde encuentra su lugar en el mundo.

El problema es que Ruth ha sacrificado demasiado para alcanzar su nueva posición. El esqueleto de su nueva piscina, que iba a ser el símbolo último de su éxito, le hace cuestionarse si su ascenso ha valido realmente la pena. Al fin y al cabo la serie sugiere en más de una ocasión que el auténtico anhelo de Ruth no era la riqueza, si no encontrar la aprobación de su padre y disfrutar de la vida junto a sus primos. Quizás los Langmore no estuvieran tan malditos (no desde luego tanto como sí lo están los Byrde). Quizás Ruth nunca quiso salir de Montgomery.

El último episodio de Ozark se titula A Hard Way to Go, frase tomada del estribillo de Angel from Montgomery. El rodaje de la última temporada comenzó unos meses después del fallecimiento de John Prine en abril de 2020, tras contraer COVID-19.

2. Box #10 (Jim Croce)

Me encantan las historias de perdedores, especialmente las de aquellos con un gran talento que parece que nadie aprecia. Desde luego el mundo de la música se presta especialmente para encontrar este tipo de historias. Ya saben, Llewyn Davis recorriendo las calles nevadas de Chicago sin abrigo. O Billy Joel al final de Piano Man clamando «Man, what are you doing here», una canción que juega con la idea de la falsa autobiografía: tras el fracaso que supuso la publicación de su primer álbum Joel insinúa a modo de parodia que tuvo que ganarse la vida tocando el piano en un bar rodeado de perdedores.

Box #10, balada folk de Jim Croce, también cuenta la historia de un perdedor que trata de abrirse camino en un mundo despiadado que no duda de aprovecharse de su ingenua inocencia de country boy. La narración comienza en tercera persona pero a medida que avanza el narrador admite con vergüenza ser el protagonista de los hechos («Oh well, it’s easy for you to see that that country boy is me»). ¿Cuánto de autobiográfico hay realmente en estos versos? Seguramente más de lo que cabría esperar.

Jim Croce nació en Filadefia en 1943 y cursó estudios de psicología en la Universidad de Villanova. En sus años universitarios conoció a su futura esposa Ingrid y juntos a se dedicaron a interpretar música folk en cafés a lo largo y ancho del estado de Pensilvania. Seguían la corriente impulsada desde el renacer folk del Village neoyorquino y forjaron su repertorio con canciones de músico de esta generación. Contrajeron matrimonio en 1966 y como regalo de boda los padres de Jim le entregaron una cantidad de dinero destinada a grabar un álbum independiente. La familia de Jim creía que un duro golpe con la realidad en forma de fracaso terminaría de convencer a su hijo para que dejara la música y se buscara una profesión de verdad para convertirse en un hombre respetable. Jim Croce defraudó a sus padres: tardó poco en vender las quinientas copias que había producido de su álbum Facets y siguió adelante en el mundo de la música.

El siguiente paso en su carrera tenía que pasar por hacerse con un contrato en alguna discográfica y éste llegaría cuando en 1969 firma con Capitol Records para producir un disco con su esposa. Jim & Ingrid Croce fue un fracaso comercial y tras una infructuosa gira promocional el mundo del espectáculo dio la espalda a Jim, que tuvo que tuvo que buscarse la vida trabajando como camionero y peón de obra. No obstante utilizaría aquellas experiencias como combustible para escribir nuevas canciones.

Cargado de nuevo material Jim utilizó su contactos para producir en 1972 un nuevo álbum, You Don’t Mess Around with Jim, un disco fol-rock que lo retrataba como un tipo duro (para representar el papel  comenzó a lucir un gran bigote que pasaría a ser su sello personal). Una vez grabado el disco lo difícil fue ponerlo en circulación. Jim Croce fue rechazado hasta por cuarenta discográficas hasta que ABC Records lo contrató para distribuir su primer álbum y otros dos más a producir en los próximos años. La canción que da título al álbum funcionó muy bien y se había colado en el top 10 de las listas americanas y Elevator, su otro single, también alcanzaría el top 20. La confirmación llegaría un año después con el segundo disco (Life & Times) que saldría al mercado acompañado de un single, Bad, Bad Leroy Brown, que se alzaría hasta la primera posición del Billboard Hot 100. Jim Croce era por fin una estrella.

Apariciones en televisión y una gira con actuaciones por todo el país marcaron el verano de 1973 de Jim Croce. Mientras preparaba su último álbum para ABC presentó la canción que daría nombre al mismo, I Got a Name, como parte de la banda sonora de la película protagonizaba por Jeff Bridges El último héroe americano. La película se estrenó en Julio y se había planeado el lanzamiento de la canción como single para el 21 de septiembre. Justo un día antes se produjo la terrible tragedia: Jim Croce perdía la vida en un accidente de avioneta en Lousiana en plena gira de conciertos. Tenía treinta años.

El suceso conmocionó al público y las ventas de discos se dispararon. I Got a Name llegó al mercado en diciembre alcanzando el número dos de las listas y aún así no fue el producto que reportó mejores resultados: la fatídica muerte de Jim llevó a ABC a recuperar una canción del primer álbum que trataba la fugacidad del tiempo, Time in a Bottle. Los versos de la canción se relacionarían para siempre con el desdichado destino de su escritor y tras publicarse como single en noviembre alcanzaría el número uno de las listas americanas. Su éxito arrastró al álbum You Don’t Mess Around with Jim también hasta el número uno a principios de 1974, donde permanecería durante cinco semanas.

Las canciones de Jim Croce siguen sonando hoy en las radios americanas y son utilizadas de forma recurrente en películas y series de televisión. Además no somos pocos los que conocemos su historia y disfrutamos con su breve pero intenso legado. Digamos que después de todo no está nada mal para un country boy fracasado.

100 canciones de Bob Dylan

He decidido recopilar una lista con mis cien temas favoritos de Bob Dylan. Me he permitido incluir algunos comentarios que he considerado oportunos. No están todas las que son pero son todas las que están.

*Las canciones se presentan en orden puramente alfabético

  1. A Hard Rain’s A-Gonna Fall – Canción que interpretó Patti Smith en la ceremonia del Premio Nobel
  2. Abandoned Love – Existe una copia pirata de un directo en el local «The Other End» del Village que es una delicia
  3. Absolutely Sweet Marie
  4. All Along the Watchtower
  5. All I Really Want to Do
  6. Ballad in Plain D
  7. Billy 1
  8. Blowin’ In the Wind
  9. Bob Dylan’s Dream
  10. Buckets of Rain
  11. Changing of the Guards
  12. Chimes of Freedom – Me gusta especialmente el directo en el Newport Folk Festival de 1964
  13. Desolation Row
  14. Dignity
  15. Don’t Think Twice, It’s All Right
  16. Drifter’s Escape
  17. Eternal Circle
  18. Every Grain of Sand
  19. Farewell
  20. Forever Young (Fast Version) – Voy con la Fast Version a muerte
  21. Fourth Time Around
  22. Gates of Eden
  23. Girl from the North Country – Magistral la versión a dúo con Johnny Cash
  24. Goin’ to Acapulco
  25. Highway 61 Revisited
  26. Hurricane
  27. I Believe in You
  28. I Don’t Believe You (She Acts Like We Never Have Met)
  29. I Dreamed I Saw St. Augustine
  30. I Shall Be Released
  31. I Threw It All Away
  32. I Want You
  33. Idiot Wind
  34. If Not for You
  35. If You See Her, Say Hello
  36. I’ll Keep It with Mine
  37. I’m Not There
  38. Isis
  39. It Ain’t Me Babe
  40. It Takes a Lot to Laugh, It Takes a Train to Cry
  41. It’s All over Now, Baby Blue
  42. It’s Alright, Ma (I’m Only Bleeding)
  43. Just Like a Woman
  44. Just Like Tom Thumb’s Blues
  45. Knockin’ On Heaven’s Door
  46. Lay Down Your Weary Tune
  47. Let Me Die In My Footsteps – Dylan explica en su autobiografía que ésta es su primera composición original
  48. Like a Rolling Stone
  49. Lily, Rosemary and the Jack of Hearts
  50. Love Minus Zero/No Limit
  51. Mama, You Been on My Mind
  52. Masters of War
  53. Most Likely You Go Your Way (And I’ll Go Mine)
  54. Most of the Times
  55. Mr. Tambourine Man
  56. My Back Pages
  57. New Morning
  58. Not Dark Yet
  59. Oh Sister
  60. One More Night
  61. One of Us Must Know (Sooner or Later)
  62. One Too Many Mornings
  63. Only a Pawn in Their Game
  64. Positively 4th Street
  65. Precious Angel
  66. Pressing On
  67. Queen Jane Approximately
  68. Rainy Day Women #12 & 35
  69. Rambling, Gambling Willie
  70. Restless Farewell
  71. Sad-Eyed Lady of the Lowlands
  72. Sara
  73. Series of Dreams
  74. She Belongs to Me
  75. Shelter from the Storm – Me gusta una grabación de estudio pirata que solo ha visto la luz porque la utilizan en los créditos finales de la película «Jerry Maguire»
  76. SimpleTwist Of Fate
  77. Song to Woody
  78. Spanish Harlem Incident
  79. Stuck Inside of Mobile with the Memphis Blues Again
  80. Subterranean Homesick Blues
  81. Talkin’ New York
  82. Talkin’ World War III Blues
  83. Tangled up in Blue
  84. Temporary Like Achilles
  85. The Ballad of Frankie Lee and Judas Priest
  86. The Lonesome Death of Hattie Carroll
  87. The Man in Me
  88. The Times They Are A-Changin’
  89. To Be Alone with You
  90. Tomorrow Is a Long Time
  91. Tonight I’ll Be Staying Here with You
  92. Visions of Johanna
  93. Walkin’ Down the Line
  94. Walls of Red Wing – Me encanta una grabación en directo en el Town Hall en 1963 con una serie de comentarios antes de empezar a tocar
  95. When the Ship Comes In
  96. Where Are You Tonight? (Journey Through Dark Heat)
  97. With God on Our Side
  98. You Ain’t Goin’ Nowhere
  99. You’re a Big Girl Now
  100. You’re Gonna Make Me Lonesome When You Go