Me encantan las historias de perdedores, especialmente las de aquellos con un gran talento que parece que nadie aprecia. Desde luego el mundo de la música se presta especialmente para encontrar este tipo de historias. Ya saben, Llewyn Davis recorriendo las calles nevadas de Chicago sin abrigo. O Billy Joel al final de Piano Man clamando «Man, what are you doing here», una canción que juega con la idea de la falsa autobiografía: tras el fracaso que supuso la publicación de su primer álbum Joel insinúa a modo de parodia que tuvo que ganarse la vida tocando el piano en un bar rodeado de perdedores.

Box #10, balada folk de Jim Croce, también cuenta la historia de un perdedor que trata de abrirse camino en un mundo despiadado que no duda de aprovecharse de su ingenua inocencia de country boy. La narración comienza en tercera persona pero a medida que avanza el narrador admite con vergüenza ser el protagonista de los hechos («Oh well, it’s easy for you to see that that country boy is me»). ¿Cuánto de autobiográfico hay realmente en estos versos? Seguramente más de lo que cabría esperar.

Jim Croce nació en Filadefia en 1943 y cursó estudios de psicología en la Universidad de Villanova. En sus años universitarios conoció a su futura esposa Ingrid y juntos a se dedicaron a interpretar música folk en cafés a lo largo y ancho del estado de Pensilvania. Seguían la corriente impulsada desde el renacer folk del Village neoyorquino y forjaron su repertorio con canciones de músico de esta generación. Contrajeron matrimonio en 1966 y como regalo de boda los padres de Jim le entregaron una cantidad de dinero destinada a grabar un álbum independiente. La familia de Jim creía que un duro golpe con la realidad en forma de fracaso terminaría de convencer a su hijo para que dejara la música y se buscara una profesión de verdad para convertirse en un hombre respetable. Jim Croce defraudó a sus padres: tardó poco en vender las quinientas copias que había producido de su álbum Facets y siguió adelante en el mundo de la música.

El siguiente paso en su carrera tenía que pasar por hacerse con un contrato en alguna discográfica y éste llegaría cuando en 1969 firma con Capitol Records para producir un disco con su esposa. Jim & Ingrid Croce fue un fracaso comercial y tras una infructuosa gira promocional el mundo del espectáculo dio la espalda a Jim, que tuvo que tuvo que buscarse la vida trabajando como camionero y peón de obra. No obstante utilizaría aquellas experiencias como combustible para escribir nuevas canciones.

Cargado de nuevo material Jim utilizó su contactos para producir en 1972 un nuevo álbum, You Don’t Mess Around with Jim, un disco fol-rock que lo retrataba como un tipo duro (para representar el papel  comenzó a lucir un gran bigote que pasaría a ser su sello personal). Una vez grabado el disco lo difícil fue ponerlo en circulación. Jim Croce fue rechazado hasta por cuarenta discográficas hasta que ABC Records lo contrató para distribuir su primer álbum y otros dos más a producir en los próximos años. La canción que da título al álbum funcionó muy bien y se había colado en el top 10 de las listas americanas y Elevator, su otro single, también alcanzaría el top 20. La confirmación llegaría un año después con el segundo disco (Life & Times) que saldría al mercado acompañado de un single, Bad, Bad Leroy Brown, que se alzaría hasta la primera posición del Billboard Hot 100. Jim Croce era por fin una estrella.

Apariciones en televisión y una gira con actuaciones por todo el país marcaron el verano de 1973 de Jim Croce. Mientras preparaba su último álbum para ABC presentó la canción que daría nombre al mismo, I Got a Name, como parte de la banda sonora de la película protagonizaba por Jeff Bridges El último héroe americano. La película se estrenó en Julio y se había planeado el lanzamiento de la canción como single para el 21 de septiembre. Justo un día antes se produjo la terrible tragedia: Jim Croce perdía la vida en un accidente de avioneta en Lousiana en plena gira de conciertos. Tenía treinta años.

El suceso conmocionó al público y las ventas de discos se dispararon. I Got a Name llegó al mercado en diciembre alcanzando el número dos de las listas y aún así no fue el producto que reportó mejores resultados: la fatídica muerte de Jim llevó a ABC a recuperar una canción del primer álbum que trataba la fugacidad del tiempo, Time in a Bottle. Los versos de la canción se relacionarían para siempre con el desdichado destino de su escritor y tras publicarse como single en noviembre alcanzaría el número uno de las listas americanas. Su éxito arrastró al álbum You Don’t Mess Around with Jim también hasta el número uno a principios de 1974, donde permanecería durante cinco semanas.

Las canciones de Jim Croce siguen sonando hoy en las radios americanas y son utilizadas de forma recurrente en películas y series de televisión. Además no somos pocos los que conocemos su historia y disfrutamos con su breve pero intenso legado. Digamos que después de todo no está nada mal para un country boy fracasado.